La globalización de la economía se produjo
como consecuencia de la necesidad de materias
primas y el control de nuevos
mercados donde vender los excedentes
industriales. Las principales potencias se embarcaron
en la conquista y control de amplios
territorios en África y Asia, ampliando enormemente
las relaciones comerciales y conduciendo a una universalización
mercantil y financiera.
Sin embargo, las relaciones de producción se
sustentaron en la desigualdad entre las potencias industrializadas
(monopolizadoras de la tecnología
y productoras de manufacturas) y las áreas
no industrializadas (proveedoras
de materias primas y mano de obra). Este rasgo
fue clave en el fenómeno del Imperialismo.
Por otra parte, la competencia colonial entre los países
imperialistas se materializó en conflictos que
ocuparon buena parte del siglo XIX y los comienzos del
XX, hasta culminar en el estallido de la Primera
Guerra Mundial.